El peso me hunde, me ahoga, me desespera. El peso del dolor, de la crueldad, de la estupidez, del disparate.
No
habrá esperanza para el mundo si el ser humano no empieza a promover la
sensibilidad. No hay solución que no arranque de la bondad.
Muchos, a lo largo de los años, me han dicho que soy naïf. A modo de insulto, claro. Nunca me importó.
No
soy de poner la otra mejilla, es cierto, pero creo que antes de llegar
al bofetón, hay muchas maneras de relacionarse entre las personas. Se
trata de fomentar el respeto, la empatía, la solidaridad. Hay que llegar
al entendimiento, a la razón, a la sensatez. Porque no tenemos el
monopolio de la verdad... y ahí lo aplico en primera persona pues, estas
palabras, no son más que una reflexión que sale del compromiso con mi
entorno.
Creo, firmemente, que la evolución del ser humano es la
clave para avanzar en todos los sentidos. ¿De qué nos sirve la riqueza
si no la distribuimos con justicia? ¿De qué sirve el descubrimiento de
un medicamento si no se pone a disposición de la Humanidad? ¿Para qué se
inventan las cosas, sean las que sean, si no es para hacer más amable
la vida de la gente?
Estamos perdiendo el tiempo de nuestras vidas en cosas que ya nuestros antepasados, aprendieron que no merecen la pena.
¿No
es más importante la felicidad de un niño, que toda la egolatría de los
poderosos? ¿No es un grave error dejarse convencer de lo contrario? ¿No
es responsabilidad nuestra, como individuos, saber qué es prioritario?
Estamos
normalizando el horror del hambre, de las guerras, de la injusticia,
como si fuera una factura que hemos de pagar para poder vivir en paz...
¿en paz? ¿Quién puede vivir en paz con el mundo que tenemos? ¿Alguien,
de verdad, puede sentarse a disfrutar de un partido de fútbol por muy
mundial que sea, sabiendo que justo al lado del famoso estadio, hay
personas luchando por sobrevivir? ¿Cómo puede haber alguien que ignore
Ucrania, Iraq, Afganistán, Siria, Grecia y las cientos de guerras que
hay en el resto del mundo? ¿Cómo se puede desayunar tranquilamente,
sabiendo que sólo el dolor y la miseria se ha globalizado?
Hasta hace
poco, éramos muchos los que reivindicábamos de muchas maneras, el
derecho a comer de los africanos, por poner un ejemplo, ¿y ahora? El
hambre ha llegado a nuestras casas, a nuestras vidas. La injusticia
social no es ya algo que pasa en otros países, lejanos y
subdesarrollados. Está aquí, entre nosotros. Pero muchos miran para otro
lado porque, mientras haya otros peor, ellos estarán a salvo. Sin
embargo, no habrá nadie a salvo mientras nuestra sensibilidad no nos
permita sentir el dolor ajeno y percibirlo como propio.
La vida, ésos
días que se van sumando hasta conformar la historia personal de cada
uno es, aunque no nos guste reconocerlo, algo efímero. Y sabemos que no
nos llevaremos nada entre las manos cuando dejemos de respirar. Algo tan
elemental debería hacernos reflexionar sobre nuestros actos, sobre
nuestros sentimientos, proyectos y aspiraciones.
Hemos permitido,
dejándonos convencer, que el valor del amor no sea el que mueva al
mundo. Dejamos que nos engañen cuando se ríen de nosotros porque somos
humanos, porque no queremos engañar a Hacienda, porque asumimos nuestros
hechos y no mentimos. Nos quieren enviciados porque ellos son
corruptos, para justificar la maldad, la avaricia, como si otro modo de
vida no fuera posible.
Llega el verano, está a la vuelta de la
esquina, y ya hay gente hablando de vacaciones. ¿Vacaciones de qué? ¿Del
dolor, del hambre, de los suicidios, de los enfermos muertos por falta
de asistencia médica? ¿Vacaciones de la vida, del mundo, de la tristeza,
de la injusticia? ¿Vacaciones de nosotros mismos, que no podemos con
ésta mierda que nos han montado? ¿Vacaciones de la Prima de Riesgo, que
ya no sabemos ni por dónde anda? ¿Vacaciones de Bankia, que nos ofrece
chorricientos millones para no sé cuántas cosas que podemos hacer,
comprar o disfrutar? ¿Vacaciones de las concertinas, de los pinchos en
los bancos para que pagues antes de sentarte? ¿Vacaciones de qué, de
quién? ¿Vacaciones para los que no tienen trabajo, ni comida, ni ganas
de vivir?
Voy a seguir emocionándome con un cuadro, con una flor, con
unos ojos bonitos, con una palabra amable, con la solidaridad, con la
justicia, con la bondad, con la esperanza. Seguiré soñando con un mundo
mejor. No dejaré que me aparten de mi compromiso por conseguirlo, por
poco que sea lo que pueda hacer. Aunque me llamen naïf o tonta del culo,
que también los hay brutos... desgraciadamente.
Queralt Berga.